Tristán e Isolda II

Isolda abrió los ojos a una mañana rojiza, dos soles iluminaban su cielo uno rojo muy turbio y apagado, y a lo lejos uno rosa mas templado, y pensó que los rayos de aquel astro estarían sobre Tristán ese día.

Mientras se trasladaba al cuarto de baño divagaba acerca de si aquel beso había sido real o no, tal vez su mente le jugaba una mala pasada y podría ser que solo lo hubiera soñado.

Mientras sentía caer el agua en su cuerpo, recordaba que alguien alguna vez le había comentado de aquel planeta en el que abundó agua, pero agua verdadera, de la que nacía en manantiales, arroyos y ríos, “agua dulce” le decían a ese líquido en el planeta Tierra.

Lentamente se acerco a su lugar de trabajo, ella siempre pensó que su planeta y la tierra se parecían mucho y que los humanos se parecían mucho a ellos, siempre creyó que su mundo y la tierra existían en forma paralela pero en dimensiones diferentes.

Cuando comenzaba a ponerse al tanto de lo debía hacer esa mañana escucho una voz que le decía

-Pensaste que había sido un sueño?

-Tristán?-

-También lo pensé, pero, no podía ser un sueño si hoy el sol me regalo estos rayos tan hermosos

Ella sonrió, se daba cuenta que con él podía comunicarse sin hablar y era extraño, porque no era usual que alguien pudiese interferir su mente, menos aún alguien de la otra zona.

-Donde estas?

-Lejos, en la zona de las minas Pétreos

-Eso es lejos, vaya que si.- afirmo ella sonriendo

-Ven…te espero.

Isolda silenció su cabeza y pensó en aquello que le pedía Tristán

-¿Ir?...

-Te guío.

No sabia como le había atacado esta insensatez, ya no se reconocía, tampoco sabia como había salido de su hogar y estaba en camino a un área que era peligrosa para ella.

Camuflada bajo un capuchón intentaba llegar hasta él pretendiendo no ser vista, en pleno día…

Cruzando límites, entrando a zonas neutras, algunas más seguras y definitivamente otras demasiado peligrosas. Tristán la guiaba, ella no hacia nada más que seguir a toda velocidad bajo ese capuchón que ocultaba su rostro tan bello.

Entraba a límites prohibidos, disminuía la velocidad, él estaba allí, frente a ella…

Continuara…